EL MOTÍN DE ESQUILACHE
En 1766, siendo rey
de España Carlos III, se produjo el motín de Esquilache, una revuelta en la que
se calcula que participaron unas 40.000 personas en varias ciudades españolas,
que estuvo a punto de poner en peligro la figura real. Aunque el detonante de
la revuelta fue la publicación de un bando municipal que regulaba la vestimenta
de los madrileños, habría que buscar las causas verdaderas en el hambre, las
constantes subidas de los precios de los artículos de primera necesidad y el
recelo de los españoles a los ministros extranjeros traídos por Carlos III.
El marqués de
Esquilache, de origen italiano, quería adecentar Madrid, pavimentando y
alumbrando calles y creando paseos y jardines. También dictó un bando
prohibiendo la vestimenta castiza de la capa larga y el chambergo (sombrero de
ala ancha), con el pretexto de que, embozados, los madrileños podían darse
anónimamente a todo tipo de atropellos y esconder armas entre los ropajes, y
que éstos debían ser sustituidos por la capa corta y el tricornio, de procedencia
extranjera. Pero, tras su publicación, el bando fue desobedecido por los
madrileños. Entonces Esquilache recurrió a los soldados para imponer su
cumplimiento. Todo ello desencadenó un motín, en el que los amotinados
asaltaron la casa de Esquilache, destrozaron algunas farolas colocadas por el
marqués y, finalmente, se dirigieron al Palacio Real para hacer llegar al rey
sus peticiones. Tras un enfrentamiento con la guardia real, en el que murió una
mujer, un sacerdote las hizo llegar al monarca. El rey aceptó con disgusto las
exigencias populares. Con este hecho parece que la calma volvió a reinar de
nuevo en la ciudad.
Pero, al enterarse al
día siguiente el pueblo de que el rey había partido a Aranjuez con su familia,
el motín se recrudeció, se asaltaron almacenes de comestibles, cárceles y
cuarteles. El motín no cesó hasta que el rey hizo leer por las calles su
respuesta ratificando su promesa de respetar las peticiones populares, lo que
consiguió calmar los ánimos.
Una de las
consecuencias del motín fue la caída en desgracia del marqués de Esquilache y
su posterior destierro.
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