LA
GUERRA EN ULTRAMAR
Antecedentes
Para
comprender las causas de la Guerra de Cuba nos tenemos que remitir a la Guerra Larga (1868-78) debida a los
intereses opuestos, en lo político y económico, entre cubanos y peninsulares. Cuba carecía de derechos políticos y
seguía gobernada por un capitán general con poder absoluto. El monopolio comercial español y los aranceles
limitaban su actividad comercial que, sin embargo, tenían en Estados Unidos el principal mercado
para su producción agraria. La Paz de
Zanjón, que prometía autonomía, fin del esclavismo y amnistía política,
puso fin a este conflicto, pero su incumplimiento,
debido a la oposición de los grandes propietarios cubanos y de los comerciantes
españoles, sirvió de detonante para la
guerra definitiva. El deseo de independencia fue desplazando al de
autonomía.
El incumplimiento de lo pactado
en la Paz de Zanjón desencadenó la reanudación del conflicto en 1895, tras el episodio conocido como la “Guerra
Chiquita” (1879/80). La dependencia política y económica de Cuba respecto a
la metrópoli y los intereses geoestratégicos estadounidenses, que apoyaron a
los independentistas, encendieron de nuevo la mecha
Cuba, la perla de las
Antillas
Tras
la paz de Zanjón 1878, Cuba esperaba que el gobierno español,
aplicara las reformas prometidas:
·
igualdad
en derechos y representación en Cortes como el resto de
españoles peninsulares
·
participación
en el gobierno de la isla
·
libertad
de comercio
·
eliminación
de la esclavitud (ingenios de azúcar)
Pero ninguna de estas
peticiones se iba a llevar a cabo debido a la oposición de los grandes propietarios, los negreros y los comerciantes
peninsulares.
En Cuba igual
que en la península se crean dos grandes
partidos:
Partido autonomista integrado por cubanos, pedía autonomía con un programa
de reformas políticas y económicas, pero sin llegar a la independencia total.
Tuvo una amplia representación en el Parlamento español.
Unión
constitucional, partido españolista que cuenta con un
gran apoyo de peninsulares en Cuba
Durante
los gobiernos de Sagasta se intenta
introducir mejoras en la isla, pero sólo logra abolir de manera formal la
esclavitud 1888
En 1893 se intenta
reformar el estatuto colonial cubano, pero la presión de los intereses
coloniales económicos españoles puso freno a su desarrollo.
La
administración fue ineficaz para
introducir reformas en la isla, lo que provoca un deseo
mayor de independencia y emancipación.
En esta línea surge José
Martí que funda el Partido Revolucionario Cubano con el objetivo de
alcanzar la independencia, propugnaba la construcción de una
república independiente y democrática para lo que busca el apoyo de EEUU.
Este
grupo alcanza un gran apoyo social en el que destacan revolucionarios como
Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García que habían luchado en la guerra de
los Diez años y no habían aceptado los acuerdos de Zanjón. El problema se inicia en 1891 cuando el gobierno español eleva las tarifas arancelarias para los
productos importados a la isla que no fuesen peninsulares (arancel Cánovas).
Su principal cliente era EEUU que compraba el azúcar y el tabaco cubanos, pero no podía vender en la isla si no pagaba
altos aranceles de entrada. Así
adquiría el 88% de productos cubanos pero solo vendía un 32% ya que el resto de
productos se compraban en España.
Así el presidente norteamericano McKinley se queja de tal situación y amenaza con cerrar las puertas al
azúcar y el tabaco cubano si España no variaba la política
arancelaria. De esta forma el gobierno
español temía que a las ideas independentistas se sumara la ayuda
norteamericana.
La gran insurrección
En 1879 se
produjo una nueva insurrección que dio lugar a la “Guerra Chiquita” los mambises (insurrectos cubanos) fueron derrotados al año siguiente por la falta de apoyos, la escasez de armamento y
la superioridad del ejército español.
Años más tarde en febrero de 1895, se inicia un levantamiento generalizado al Grito de Baire, -¿Viva
Cuba libre!- y el Manifiesto de
Montecristi que
comienza en Santiago de Cuba y se extiende rápidamente hasta la capital.
El jefe del gobierno Cánovas envía un ejército al mando de Martínez
Campos con la intención de pacificar
la isla a través de una fuerte acción
militar pero acompañada de un esfuerzo político de conciliación
con los sublevados.
Martínez Campos fracasa
y será sustituido por Valeriano Weylar
que cambia los métodos de lucha e inicia
una férrea represión. Así para evitar el apoyo campesino a la insurrección,
se organizan las “concentraciones de
campesinos” y se les obliga a cambiar
de asentamiento recluyéndolos en determinados pueblos sin posibilidad de
contacto con los combatientes. Trochas.
Weyler destacó
por la dureza de su represión, aplicando la pena máxima a los rebeldes e incluso a
la población civil, a la que ya afectaba el hambre y las epidemias.
A nivel militar la
guerra no fue muy favorable a los españoles. Su desarrollo en plena selva, la manigua era un gran inconveniente. Además los
españoles no estaban preparados para
luchar contra unas fuerzas que se agrupaban y se dispersaban rápidamente. El ejército
español no contaba con los medios
adecuados, estaba mal aprovisionado, le faltaban pertrechos y era presa de las
enfermedades tropicales.
En 1897 tras
la muerte de Cánovas, el gobierno liberal destituye
del cargo a Weyler y envía al general
Blanco. Este inicia una estrategia
conciliadora con los cubanos a fin de llegar un acuerdo por el que Cuba
siguiese bajo soberanía española y evitar así el conflicto con EEUU
Las reformas que
se decretan, autonomía para la isla, sufragio universal masculino, igualdad de
derechos con los peninsulares y autonomía arancelaria llegaron demasiado tarde
que ya contaban con el apoyo norteamericano.
Paralelamente
en 1896 se produce una rebelión en las
islas Filipinas. Esta zona apenas si
contaba con población española y la presencia militar era igualmente débil, aunque la presencia de misioneros
era considerable. Además los intereses
económicos en la zona también eran
menores que en Cuba, de allí interesaba el tabaco y que era un lugar geoestratégico
para el comercio con Asia.
El
independentismo filipino se organiza en torno a la Lliga Filipina de José Rizal y
la organización clandestina Katipunan que contaban con el apoyo de una
parte de la burguesía mestiza hispanohablante y de la población indígena.
La
insurrección se inicia en Manila,
que será duramente reprimida por García
Polavieja que condena a Rizal a muerte. Con la llegada de los liberales al
gobierno español, se nombra como capitán general a Fernando Primo de Rivera pacifica momentáneamente la insurrección.
La intervención de
Estados Unidos
EEUU tenía su zona de influencia en
el Caribe y en el Pacifico, en Hawái y Japón. Respecto a Cuba, su interés ya se había
demostrado en diferentes opciones de
compra de la isla que España había rechazado. Además el presidente Mckinley mostraba abiertamente su apoyo a los insurrectos mediante el envío de armas.
La
ocasión para la guerra se la dio el incidente
con el acorazado estadounidense Maine
que estalla en el puerto de La Habana en abril de 1898. EEUU culpa falsamente al estado español enviando un ultimátum
exigiendo la retirada de Cuba.
El
gobierno español negó cualquier
ataque a intereses norteamericano y rechaza
el ultimátum, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la
isla. Así aunque los españoles eran conscientes
de su inferioridad militar, sería humillante deshonroso,
aceptar sin luchar, el ultimátum.
La
guerra hispano-norteamericana se
inicia con el envío de una escuadra al mando de Cervera que será rápidamente derrotada en la batalla de Santiago, donde
barcos modernos se enfrentan a los antiguos barcos españoles. Igual suerte sufre la escuadra española en Filipinas en la
Batalla de Cavite.
La desigualdad de fuerzas, por su
número y nivel tecnológico, explican
la brevedad de la batalla y la
contundencia de la derrota que apenas supuso bajas para EEUU mientras que
murieron unos 600 españoles y todos los supervivientes fueron hechos
prisioneros. Unas semanas después los norteamericanos desembarcaban en Puerto
Rico
En
diciembre de 1898 se firma la Paz de
Paris en la que España se compromete a abandonar
Cuba, Puerto Rico y Filipinas que pasaron a ser un protectorado norteamericano.
El
ejército español volvía vencido y
destrozado mientras que los españoles que vivían en la isla se preparaban
para la repatriación.
LAS
CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98
Una crisis política y
moral.
La
guerra supuso unas notables pérdidas
materiales en la colonia, pero no así en la metrópoli, donde la crisis
económica fue menor. Para hacer frente a
los gastos de la guerra se llevó a cabo una reforma de la Hacienda de Fernández
Villaverde que aumentó la presión fiscal.
A
pesar de la derrota, tampoco sobrevino
una crisis política, ya que El
sistema de la Restauración sobrevivió. Sin embargo, se empiezan a difundir las ideas políticas
regeneracionistas que eran muy críticas con el sistema político y la cultura
españolas.
Además, se produce un incremento del movimiento nacionalista vasco y catalán, que
denuncian la incapacidad de los partidos dinásticos para llevar a cabo una política
renovadora y descentralizadora.
La
crisis del 98 fue sobre todo una crisis
moral e ideológica que causó gran impacto. La sociedad y la clase política
se sumió en un sentimiento de desencanto
y frustración, ya que la derrota suponía la destrucción del mito del Imperio
español (mientras en Europa se está desarrollado la carrera del Imperialismo)
lo que dejaba al país como una potencia de segundo orden en el plano
internacional.
En
el exterior la prensa presentaba a
España como una “nación moribunda”, con un ejército débil e ineficaz, un sistema
político corrupto y unos políticos incompetentes, opiniones que en gran
parte compartían la opinión pública española.
El regeneracionismo
Entre
los intelectuales se sentía que se había
perdido una oportunidad para modernizar el país. Esta era la línea de
pensamiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de enseñanza. (Creado cuando muchos profesores abandonan
la universidad al prohibirse la libertad de cátedra) Entre los intelectuales destacan Francisco Giner de los Ríos, muy
influido del krausismo.
Gran parte de los intelectuales formados en la Institución
pensaban que la sociedad y la política
en España estaban demasiado influidas por la doctrina católica y eso entorpecía
la modernización de la cultura y el desarrollo de la ciencia.
Esta corriente que defendía
la regeneración de España acabó conociéndose como regeneracionismo. Su máximo exponente fue Joaquín Costa, escritor y creador de instituciones sociales y
económicas como la Lliga Nacional de Productores e inspirador de un partido
político Unión Nacional, de carácter popular y crítico con el sistema de la
restauración.
La
crisis del 98 acentuó la crítica regeneracionista que denunciaba los efectos de
la psicología colectiva española, que existía
una especie de “degeneración” de lo español y que era preciso la regeneración
del país. Defienden la
necesidad de mejorar la situación del
campo español y elevar el nivel educativo y cultural del país (lema de
Costa, escuela y despensa).
En la década de los
90 se produce una renovación de la ciencia, con la introducción del
positivismo, los adelantos de la
medicina, la ciencia experimental y la sociología. También en literatura, con la llamada “generación del 98” se intenta
analizar “el problema” de España con un tono crítico y pesimista. Era el
momento de una regeneración moral, social y cultural del país.
El fin de una época.
El desastre del 98 significó el fin del sistema de la
Restauración canovista y la aparición de una nueva generación de políticos,
científicos, intelectuales y empresarios en el gobierno de Alfonso XIII.
Pero la política
reformista de tono regeneracionista que se pone en práctica tras la crisis
del 98 no llevó a cabo reformas profundas, sino que se limitó a dejar que el
sistema siguiera funcionan con cambios mínimos.
La
derrota militar tuvo consecuencias para el
ejército, ya que se les culpabilizaba del desastre. Frente a un creciente antimilitarismo de una parte
de la sociedad, un sector del ejército se inclina hacia posturas autoritarias e
intransigentes, culpabilizando de la derrota a la ineficacia y corrupción de
los políticos.
Dentro del ejército
se desarrolla un sentimiento corporativo, junto con el convencimiento de que debían tener una mayor presencia y protagonismo
en la vida política del país. Esta intervención fue aumentando en las primeras
décadas del siglo XX y culmina con el golpe de estado de Primo de Rivera y el
posterior de Fco. Franco.
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