domingo, 23 de febrero de 2014

LA GUERRA EN ULTRAMAR


LA GUERRA EN ULTRAMAR

Antecedentes

Para comprender las causas de la Guerra de Cuba nos tenemos que remitir a la Guerra Larga (1868-78) debida a los intereses opuestos, en lo político y económico, entre cubanos y peninsulares. Cuba carecía de derechos políticos y seguía gobernada por un capitán general con poder absoluto. El monopolio comercial español y los aranceles limitaban su actividad comercial que, sin embargo, tenían en Estados Unidos el principal mercado para su producción agraria. La Paz de Zanjón, que prometía autonomía, fin del esclavismo y amnistía política, puso fin a este conflicto, pero su incumplimiento, debido a la oposición de los grandes propietarios cubanos y de los comerciantes españoles, sirvió de detonante para la guerra definitiva. El deseo de independencia fue desplazando al de autonomía.

El incumplimiento de lo pactado en la Paz de Zanjón desencadenó la reanudación del conflicto en 1895, tras el episodio conocido como la “Guerra Chiquita” (1879/80). La dependencia política y económica de Cuba respecto a la metrópoli y los intereses geoestratégicos estadounidenses, que apoyaron a los independentistas, encendieron de nuevo la mecha

Cuba, la perla de las Antillas

Tras la paz de Zanjón 1878, Cuba esperaba que el gobierno español, aplicara las reformas prometidas:

·         igualdad en derechos y  representación en  Cortes como el resto de españoles peninsulares

·         participación en el gobierno de la isla

·         libertad de comercio

·         eliminación de la esclavitud (ingenios de azúcar)

Pero ninguna de estas peticiones se iba a llevar a cabo debido a la oposición de los grandes propietarios, los negreros y los comerciantes peninsulares.

            En Cuba igual que en la península se crean dos grandes partidos:

­          Partido autonomista integrado por cubanos, pedía autonomía con un programa de reformas políticas y económicas, pero sin llegar a la independencia total. Tuvo una amplia representación en el Parlamento español.

­          Unión constitucional, partido españolista que cuenta con un gran apoyo de peninsulares en Cuba

Durante los gobiernos de Sagasta se intenta introducir mejoras en la isla, pero sólo logra abolir de manera formal la esclavitud 1888

            En 1893 se intenta reformar el estatuto colonial cubano, pero la presión de los intereses coloniales económicos españoles puso freno a su desarrollo.

La administración fue ineficaz para introducir reformas en la isla, lo que provoca  un deseo mayor de independencia y emancipación.

            En esta línea surge José Martí que funda el Partido Revolucionario Cubano con el objetivo de alcanzar la independencia, propugnaba la construcción de una república independiente y democrática para lo que busca el apoyo de EEUU.  

Este grupo alcanza un gran apoyo social en el que destacan revolucionarios como Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García que habían luchado en la guerra de los Diez años y no habían aceptado los acuerdos de Zanjón.           El problema se inicia en 1891 cuando el gobierno español eleva las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no fuesen peninsulares (arancel Cánovas).

 

            Su principal cliente era EEUU que compraba el azúcar y el tabaco cubanos, pero no podía vender en la isla si no pagaba altos aranceles de entrada. Así adquiría el 88% de productos cubanos pero solo vendía un 32% ya que el resto de productos se compraban en España.

            Así el presidente norteamericano McKinley se queja de tal situación y amenaza con cerrar las puertas al azúcar y el tabaco cubano si España no variaba la política arancelaria.  De esta forma el gobierno español temía que a las ideas independentistas se sumara la ayuda norteamericana.

La gran insurrección

            En 1879 se produjo una nueva insurrección que dio lugar a la “Guerra Chiquita” los mambises (insurrectos cubanos) fueron derrotados al año siguiente por la falta de apoyos, la escasez de armamento y la superioridad del ejército español.

            Años más tarde en febrero de 1895, se inicia un levantamiento generalizado al Grito de Baire, -¿Viva Cuba libre!-  y el Manifiesto de Montecristi que comienza en Santiago de Cuba y se extiende rápidamente hasta la capital.

            El jefe del gobierno Cánovas envía un ejército al mando de Martínez Campos con la intención de pacificar la isla a través de una fuerte acción militar pero acompañada de un esfuerzo político  de conciliación con los sublevados.

            Martínez Campos fracasa  y será sustituido por Valeriano Weylar que cambia los métodos de lucha e inicia una férrea represión. Así para evitar el apoyo campesino a la insurrección, se organizan las “concentraciones de campesinos” y se les obliga a cambiar de asentamiento recluyéndolos en determinados pueblos sin posibilidad de contacto con los combatientes. Trochas.

            Weyler destacó por la dureza de su represión, aplicando la pena máxima a los rebeldes e incluso a la población civil, a la que ya afectaba el hambre y las epidemias.

            A nivel militar la guerra no fue muy favorable a los españoles. Su desarrollo en plena selva, la manigua era un gran inconveniente. Además los españoles no estaban preparados para luchar contra unas fuerzas que se agrupaban y se dispersaban rápidamente. El ejército español no contaba con los medios adecuados, estaba mal aprovisionado, le faltaban pertrechos y era presa de las enfermedades tropicales.

            En 1897 tras la muerte de Cánovas, el gobierno liberal destituye del cargo a Weyler y envía al general Blanco. Este inicia una estrategia conciliadora con los cubanos a fin de llegar un acuerdo por el que Cuba siguiese bajo soberanía española y evitar así el conflicto con EEUU

            Las reformas que se decretan, autonomía para la isla, sufragio universal masculino, igualdad de derechos con los peninsulares y autonomía arancelaria llegaron demasiado tarde que ya contaban con el apoyo norteamericano.

Paralelamente en 1896 se produce una rebelión en las islas Filipinas. Esta zona apenas si contaba con población española y la presencia militar era igualmente  débil, aunque la presencia de misioneros era considerable. Además los intereses económicos en la zona también eran menores que en Cuba, de allí interesaba el tabaco y que era un lugar geoestratégico para el comercio con Asia.

El independentismo filipino se organiza en torno a la Lliga Filipina de José Rizal y la organización clandestina Katipunan que contaban con el apoyo de una parte de la burguesía mestiza hispanohablante y de la población indígena.

La insurrección se inicia en Manila, que será duramente reprimida por García Polavieja que condena a Rizal a muerte. Con la llegada de los liberales al gobierno español, se nombra como capitán general a Fernando Primo de Rivera pacifica momentáneamente la insurrección.

La intervención de Estados Unidos

EEUU tenía su zona de influencia en el Caribe y en el Pacifico, en Hawái y Japón.  Respecto a Cuba, su interés ya se había demostrado en diferentes opciones de compra de la isla que España había rechazado. Además el presidente Mckinley mostraba abiertamente su apoyo a los insurrectos  mediante el envío de armas.

 

 

La ocasión para la guerra se la dio el incidente con el acorazado estadounidense Maine que estalla en el puerto de La Habana en abril de 1898. EEUU culpa falsamente al estado español enviando un ultimátum exigiendo la retirada de Cuba.

El gobierno español negó cualquier ataque a intereses norteamericano y rechaza el ultimátum, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Así aunque los españoles eran conscientes de su inferioridad militar, sería humillante  deshonroso, aceptar sin luchar, el ultimátum.

La guerra hispano-norteamericana se inicia con el envío de una escuadra al mando de Cervera que será rápidamente derrotada en la batalla de Santiago, donde barcos modernos se enfrentan a los antiguos barcos españoles. Igual suerte sufre la escuadra española en Filipinas en la Batalla de Cavite.

La desigualdad de fuerzas, por su número y nivel tecnológico, explican la brevedad de la batalla y la contundencia de la derrota que apenas supuso bajas para EEUU mientras que murieron unos 600 españoles y todos los supervivientes fueron hechos prisioneros. Unas semanas después los norteamericanos desembarcaban en Puerto Rico

En diciembre de 1898 se firma la Paz de Paris en la que España se compromete a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas que pasaron a ser un protectorado norteamericano.

El ejército español volvía vencido y destrozado mientras que los españoles que vivían en la isla se preparaban para la repatriación.

LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98

Una crisis política y moral.

La guerra supuso unas notables pérdidas materiales en la colonia, pero no así en la metrópoli, donde la crisis económica fue menor. Para hacer frente a los gastos de la guerra se llevó a cabo una reforma de la Hacienda de Fernández Villaverde que aumentó la presión fiscal.

A pesar de la derrota, tampoco sobrevino una crisis política, ya que  El sistema de la Restauración sobrevivió. Sin embargo, se empiezan a difundir las ideas políticas regeneracionistas que eran muy críticas con el sistema político y la cultura españolas.

Además,  se produce un incremento del movimiento nacionalista vasco y catalán, que denuncian la incapacidad de los partidos dinásticos para llevar a cabo una política renovadora y descentralizadora.

La crisis del 98 fue sobre todo una crisis moral e ideológica que causó gran impacto. La sociedad y la clase política se sumió en un sentimiento de desencanto y frustración, ya que la derrota suponía la destrucción del mito del Imperio español (mientras en Europa se está desarrollado la carrera del Imperialismo) lo que dejaba al país como una potencia de segundo orden en el plano internacional.

En el exterior la prensa presentaba a España como una “nación moribunda”, con un ejército débil e ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes, opiniones que en gran parte compartían la opinión pública española.

El regeneracionismo

Entre los intelectuales se sentía que se había perdido una oportunidad para modernizar el país. Esta era la línea de pensamiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de enseñanza. (Creado cuando muchos profesores abandonan la universidad al prohibirse la libertad de cátedra) Entre los intelectuales destacan Francisco Giner de los Ríos, muy influido del krausismo.

            Gran parte de los intelectuales formados en la Institución pensaban que la sociedad y la política en España estaban demasiado influidas por la doctrina católica y eso entorpecía la modernización de la cultura y el desarrollo de la ciencia.

            Esta corriente que defendía la regeneración de España acabó conociéndose como regeneracionismo. Su máximo exponente fue Joaquín Costa, escritor y creador de instituciones sociales y económicas como la Lliga Nacional de Productores e inspirador de un partido político Unión Nacional, de carácter popular y crítico con el sistema de la restauración.

La crisis del 98 acentuó la crítica regeneracionista que denunciaba los efectos de la psicología colectiva española, que existía una especie de “degeneración” de lo español y que era preciso la regeneración del país.            Defienden la necesidad de mejorar la situación del campo español y elevar el nivel educativo y cultural del país (lema de Costa, escuela y despensa).

            En la década de los 90 se produce una renovación de la ciencia, con la introducción del positivismo, los adelantos de  la medicina, la ciencia experimental y la sociología. También en literatura, con la llamada “generación del 98” se intenta analizar “el problema” de España con un tono crítico y pesimista. Era el momento de una regeneración moral, social y cultural del país.

El fin de una época.

El desastre del 98 significó el fin del sistema de la Restauración canovista y la aparición de una nueva generación de políticos, científicos, intelectuales y empresarios en el gobierno de Alfonso XIII.

            Pero la política reformista de tono regeneracionista que se pone en práctica tras la crisis del 98 no llevó a cabo reformas profundas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiera funcionan con cambios mínimos.

La derrota militar tuvo consecuencias para el ejército, ya que se les culpabilizaba del desastre. Frente a un creciente antimilitarismo de una parte de la sociedad, un sector del ejército se inclina hacia posturas autoritarias e intransigentes, culpabilizando de la derrota a la ineficacia y corrupción de los políticos.

            Dentro del ejército se desarrolla un sentimiento corporativo, junto con el convencimiento de que debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta intervención fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culmina con el golpe de estado de Primo de Rivera y el posterior de Fco. Franco.

 

 

 

 


 

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